1991
Gabriel Díaz Fabiero nació en el seno de una familia de clase media en Necochea, una pintoresca ciudad al sudoeste de la provincia de Buenos Aires. Famosa por sus extensas playas, sus médanos dorados y su ambiente tranquilo, Necochea es un destino preferido por la sociedad porteña y bonaerense para disfrutar de los veranos junto al mar.
En este entorno costero, marcado por la naturaleza y el ritmo relajado de la vida de una ciudad balnearia, comenzó la historia de Gabriel, un niño destinado a desarrollar una profunda conexión con el agua y a forjar una trayectoria que lo llevaría a dejar su huella en el mundo de la natación.
1994
Con tan solo 3 años, Gabriel protagonizó una anécdota que parecería predecir su futura relación con el agua. Accidentalmente, cayó en un lago de cisnes, pero fue rescatado de inmediato por su abuelo Mario, quien actuó con rapidez y calma.
Lo más sorprendente fue la reacción de Gabriel: lejos de sentir miedo o angustia, salió del agua con una sonrisa radiante y continuó jugando como si nada hubiera sucedido. Este momento, lleno de inocencia y valentía, sería el primer indicio de una conexión especial con el agua que lo acompañaría durante toda su vida.
1999
Gabriel tuvo sus primeras lecciones de natación durante un campamento de verano en Villa Trepate, un lugar que marcaría el inicio de su relación con el agua. Los profesores que lo guiaron en esos primeros chapuzones no tardaron en notar algo especial: veían en él cualidades innatas para la natación.
Impresionados por su habilidad y facilidad en el agua, no dudaron en comentarlo a sus padres, quienes comenzaron a vislumbrar el potencial que Gabriel podría desarrollar en este deporte. Fue el primer indicio de que su conexión con la natación iba más allá de un simple pasatiempo, marcando el comienzo de una prometedora trayectoria.
2001
La historia de Gabriel tiene un punto de inflexión crucial cuando, con apenas 9 años, su madre toma una decisión que cambiaría el rumbo de su vida. Preocupada por el impacto que podría tener en sus hijos la escoliosis severa que ella misma padecía, Sandra, una joven madre argentina de apenas 30 años, decidió inscribir a Gabriel y a su hermana Belén en la escuela de natación de la única piscina de la ciudad: El Palestra.
Esta decisión, motivada por el deseo de prevenir posibles problemas de salud, terminó marcando el inicio de un camino extraordinario para Gabriel. Bajo la dirección de quien más tarde se convertiría en su mentor y el responsable de transformarlo en uno de los mejores nadadores de la historia de Necochea y del país, Gabriel comenzó a descubrir su pasión por el agua.
Lo que inicialmente fue una medida preventiva se convirtió en un punto de partida para una carrera llena de éxitos, demostrando que, a veces, las decisiones más simples pueden tener los impactos más profundos y duraderos.
2003
El mismo día de su debut en competición, Gabriel vivió dos momentos inolvidables que marcaron su infancia. Por la mañana, impresionó a todos en la piscina con una actuación magnífica que reveló una madurez y templanza inusuales para su edad. Su estilo, elegante y preciso, capturó la atención de todos los presentes, como si cada brazada estuviera destinada no solo a competir, sino también a ofrecer un espectáculo digno de admirar.
Aunque no alcanzó el podio, Gabriel se posicionó entre los mejores niños del Torneo Malvinas Argentinas, dejando claro que la natación ya corría por sus venas. Con el rostro iluminado por el entusiasmo y el característico aroma a cloro impregnado en su piel, cambió el traje de baño por ropa formal para asistir a la Parroquia Nuestra Señora del Rosario de Nueva Pompeya, donde tomó su primera comunión. Un día que combinó deporte, fe y emoción, y que quedaría grabado como el inicio simbólico de un camino lleno de logros y desafíos.
2005
La evolución de Gabriel fue meteórica. En diciembre de 2003, ganó medallas de todos los colores y logró las marcas mínimas para competir a nivel nacional por primera vez en la categoría Menores. Apenas un año después, en 2004, obtuvo su primer bronce nacional en los 50 metros libres, una prueba que con el tiempo se convertiría en una de las más icónicas de su carrera.
A pesar de no destacarse por su salida desde el poyete, una vez en el agua, Gabriel sorprendía a todos con su capacidad de remontar. Sus brazadas largas y veloces, características de un niño cuya envergadura superaba en 20 cm su altura, marcaban la diferencia.
En 2005, rompió todas las expectativas. Fue convocado por primera vez para una concentración con la Selección Nacional Argentina de Cadetes, lo que lo llevó a representar a su país en su debut internacional: el Sudamericano Escolar. Allí, Gabriel se coronó con una medalla de oro, consolidándose como una promesa de la natación a tan solo 13 años y con una altura ya imponente de 1.80 metros.
El impacto de su actuación no pasó desapercibido. El Municipio de Necochea lo reconoció como el mejor nadador del año, y además recibió un premio especial otorgado por el Rotary Club Internacional, honrando sus logros y su destacado desempeño a tan corta edad.
2009
Entre 2005 y 2009, Gabriel creció y se consolidó como uno de los mejores nadadores de Argentina. Representando a lo largo de toda su carrera al club A.D.A. (Asociación Deportiva Arenas), participó en numerosos Campeonatos Argentinos e Internacionales, dejando su marca con decenas de récords provinciales y nacionales, tanto en pruebas individuales como en relevos.
Durante estos años, su desarrollo estuvo guiado por Marcelo Yuri Quaglia, un destacado entrenador y emprendedor, con tres participaciones olímpicas. Quaglia no solo fue su mentor durante toda su carrera deportiva, sino que también sigue siendo una figura cercana e influyente en la actualidad.
En sus últimos dos años en el circuito, el nivel internacional de Gabriel lo llevó a compartir entrenamientos en varias ocasiones con Eduardo Otero, quien se preparaba para competir en los Juegos Olímpicos de Beijing 2008, una experiencia que marcó profundamente su trayectoria como atleta.
2010
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Ese año, Gabriel firma su contrato con el Club Atlético River Plate y se muda a Buenos Aires con un sueño claro: convertirse en nadador olímpico. Con tan solo 18 años recién cumplidos y posicionado entre los diez mejores nadadores de Argentina, enfrenta el desafío de competir contra dos leyendas de la natación argentina: José Meolans y Federico Grabich.
Ese mismo año, en la cima de su carrera, Gabriel decide retirarse con la frente en alto. Como campeón absoluto con el club y en relevos, además de lograr un destacado top 6 en los 200 metros libres, cierra una etapa brillante de su vida deportiva. Sin embargo, sabía que su destino no era solo nadar. Su inquietud mental y su mirada hacia el futuro le impedían conformarse con la rutina de la natación; necesitaba mayores estímulos intelectuales y nuevos desafíos.
No encontró la respuesta a esa búsqueda sino hasta 2017, cuando comienza a dar forma a DF SWIMMING, un proyecto que cambiaría para siempre su vida y la de cientos de personas.
Años de gestación
DF SWIMMING encarna la historia personal de Gabriel, reflejando en sus siglas la esencia de sus raíces familiares. Por un lado, la rama paterna, los Díaz, le inculcó valores fundamentales como la disciplina, el esfuerzo constante y la búsqueda de la excelencia en cada desafío. Por otro lado, la rama materna, los Fabiero, le transmitió habilidades clave como la comunicación efectiva, el pensamiento crítico, la intelectualidad, la empatía y el aprecio por las relaciones humanas.
Ambas familias, tanto los Díaz como los Fabiero, comparten un mismo origen: Italia y España. Unidos por el Mediterráneo, el olivo, y una historia marcada por la superación y la resiliencia, italianos y españoles cruzaron el Atlántico en busca de un sueño. Hoy, Gabriel regresa al Viejo Continente para ayudar a cumplir los sueños de cientos de personas, reconectándolas con una de las actividades más ancestrales y enriquecedoras de la humanidad: la natación.

